Publicado el abril 12, 2024

La mayoría de colectivos de artistas no fracasan por falta de talento, sino por conflictos internos previsibles y una mala estructura fundacional.

  • La elección inicial entre asociación y cooperativa define los costes, la fiscalidad y el nivel de compromiso, siendo un paso crítico.
  • Un reglamento interno detallado que zonifique el espacio y establezca protocolos de uso y limpieza previene el 90% de las disputas diarias.
  • La «horizontalidad total» suele llevar a la parálisis; un sistema de roles rotativos con responsabilidades claras es mucho más eficaz.

Recomendación: Antes incluso de buscar un local, redactad un pacto de socios exhaustivo que defina protocolos de entrada y salida, la gestión de la propiedad intelectual y los mecanismos de resolución de conflictos. Es el documento que salvará vuestro proyecto.

El sueño de todo grupo de artistas es encontrar ese espacio ideal: un taller compartido donde la inspiración fluye, los costes se dividen y las sinergias creativas dan vida a proyectos ambiciosos. Es una visión poderosa de comunidad y creación. Sin embargo, la realidad a menudo se interpone. El polvo del escultor que invade los lienzos del pintor, el ruido de la radial en plena sesión de concentración, la eterna pregunta de «¿quién limpia hoy?»… Estas fricciones, aparentemente menores, son la principal causa de implosión de los colectivos artísticos.

Muchos consejos se centran en la buena voluntad y la comunicación, pero son insuficientes. La experiencia gestionando espacios creativos demuestra una verdad fundamental: la sostenibilidad de un colectivo no depende de la amistad, sino de la robustez de su estructura. No se trata de ser menos creativos, sino más organizados. La clave no es esperar que no haya problemas, sino diseñar sistemas que los anticipen y los resuelvan de forma casi automática, desde el marco legal hasta la gestión del último disolvente.

Este artículo no es una oda a la colaboración, sino un manual de operaciones. Rompe con la idea de que la organización ahoga la creatividad y propone lo contrario: un marco bien definido es el que libera a los artistas para que se centren en lo único que importa, crear. Veremos cómo elegir la figura legal correcta no como un trámite, sino como una declaración de intenciones; cómo un reglamento interno se convierte en la mejor herramienta de convivencia; y cómo las responsabilidades, desde las finanzas hasta la seguridad, se pueden distribuir de forma justa y eficaz. El objetivo es transformar las obligaciones en un andamiaje que sostenga vuestro proyecto a largo plazo.

Para abordar este desafío de forma estructurada, hemos desglosado el proceso en ocho áreas clave. Este recorrido os proporcionará las herramientas necesarias para construir un colectivo que no solo sobreviva, sino que prospere en el complejo ecosistema artístico español.

Asociación cultural o cooperativa: ¿qué figura legal es más barata y operativa para un grupo de 5 artistas?

La primera decisión fundamental, la que cimienta todo el proyecto, es la elección de la estructura legal. No es un mero trámite burocrático, sino el contrato social que definirá vuestra relación económica, fiscal y de responsabilidad. Para un grupo de cinco artistas en España, las dos vías más comunes son la Asociación Cultural y la Cooperativa de Trabajo Asociado. La elección depende directamente de vuestro objetivo principal: ¿buscáis principalmente un espacio para crear y compartir gastos o tenéis una vocación de actividad económica conjunta y profesionalización?

La Asociación Cultural es, por definición, una entidad sin ánimo de lucro. Es la figura más económica y rápida de constituir. Su objetivo no es generar beneficios para repartir entre los socios, sino reinvertir cualquier excedente en los fines de la asociación (comprar material, mejorar el local, organizar eventos). Es ideal si vuestra prioridad es tener un NIF para firmar un contrato de alquiler, abrir una cuenta bancaria y gestionar gastos comunes. La fiscalidad puede ser muy ventajosa, con exenciones en el IVA para ciertas actividades culturales y en el Impuesto de Sociedades si se cumplen ciertos requisitos.

La Cooperativa de Trabajo, en cambio, tiene una naturaleza empresarial. Su constitución es más costosa y compleja, ya que requiere escritura pública y un capital social mínimo. Sin embargo, está diseñada para que los socios trabajen y facturen a través de ella, repartiéndose los beneficios. Ofrece un marco robusto para la profesionalización, facilita el acceso a cotizaciones a la Seguridad Social y presenta un régimen fiscal propio para cooperativas especialmente protegidas. Como muestra el auge de proyectos como SmartIB, es una solución adaptada a la intermitencia del trabajo artístico.

Para visualizar las diferencias, esta comparativa de costes y obligaciones es fundamental, basada en el análisis del sector para artistas visuales.

Comparativa de costes: Asociación vs Cooperativa en España 2024
Concepto Asociación Cultural Cooperativa de Trabajo
Capital social inicial 0€ 3.000€ mínimo
Costes de constitución 40-100€ (registro) 500-700€ (notario + registro)
Cuota mensual autónomo No obligatoria* No obligatoria para socios trabajadores
IVA cultural Exenta (art. 20.uno.14º) 10% obras arte
Impuesto Sociedades Posible exención 20% cooperativa protegida

Más allá de la figura elegida, el documento más importante que crearéis es el pacto de socios. Este acuerdo privado regula todo lo que los estatutos públicos no detallan: protocolos de salida, valoración de aportaciones no dinerarias (¿cuánto vale el tiempo de gestión de un socio?), titularidad de obras colaborativas y, crucialmente, mecanismos de resolución de conflictos. Es vuestra constitución interna.

Ruido y limpieza: ¿cómo redactar un reglamento interno que evite peleas en un espacio compartido?

Una vez constituido el colectivo, empieza la vida real en el taller. Aquí es donde surgen las «fricciones creativas»: el polvo de la lijadora, el olor a trementina, las herramientas que no vuelven a su sitio. Gestionar estas externalidades es vital para la convivencia. La solución no es la improvisación ni las discusiones acaloradas, sino un reglamento de régimen interno (RRI) claro, específico y consensuado por todos desde el primer día.

Un error común es redactar reglas genéricas como «ser limpio» o «no hacer mucho ruido». Un RRI eficaz debe ser operativo y basarse en protocolos concretos. La estrategia más eficiente es la zonificación del espacio por niveles de impacto. Consiste en dividir visualmente el taller en áreas con distintas normas de uso, horarios y limpieza. Esta sectorización permite que actividades incompatibles coexistan sin interferir.

Para visualizarlo, imaginad vuestro taller dividido en tres zonas codificadas por colores, cada una con sus propias reglas.

Vista aérea de un taller artístico dividido en zonas codificadas por colores con artistas trabajando ordenadamente

Este sistema visual y normativo transforma la gestión del espacio de un tema de debate constante a un protocolo fácil de seguir. La clave es detallar las normas para cada zona:

  • Zona Roja (alto impacto): Aquí se concentran las actividades más «sucias» o ruidosas (uso de disolventes, soldadura, radiales, compresores). El uso de esta zona debe tener un horario restringido (p. ej., de 10:00 a 14:00 y de 16:00 a 19:00) y requerir reserva previa a través de un calendario compartido. La norma de limpieza es estricta: limpieza inmediata y completa tras su uso.
  • Zona Amarilla (impacto medio): Es el área de trabajo general para pintura, escultura, grabado, etc. El ruido es moderado y la limpieza se exige al finalizar la jornada de cada artista. Es obligatorio el uso de sistemas de extracción localizados si se emplean productos volátiles.
  • Zona Verde (bajo impacto): Son los espacios comunes de descanso, documentación, reuniones o trabajo digital. Aquí está prohibido el uso de materiales tóxicos o que generen suciedad. La limpieza es semanal y rotativa entre todos los miembros.

Finalmente, el RRI debe incluir un protocolo de incumplimiento. Un sistema escalonado (aviso verbal, aviso por escrito, sanción económica simbólica para el fondo común) despersonaliza el conflicto y lo convierte en una cuestión de cumplimiento de normas, no en un ataque personal. Este documento no es una herramienta de control, sino un pacto de respeto mutuo que protege el tiempo y el espacio de todos.

Cómo organizar un fin de semana de estudios abiertos para vender obra directamente al público del barrio

Una vez que el colectivo está organizado internamente, el siguiente paso es abrirse al exterior. Un fin de semana de estudios abiertos (u *open studio*) es una de las herramientas más potentes para generar ingresos, dar a conocer vuestro trabajo y, sobre todo, tejer lazos con la comunidad local. No se trata solo de vender, sino de convertir vuestro taller en un punto de referencia cultural en el barrio, un lugar vivo donde los vecinos pueden conocer a los creadores detrás de las obras.

El éxito de un evento así no reside en una gran inversión publicitaria, sino en una estrategia de comunicación hiperlocal y una logística de venta impecable. La promoción debe centrarse en el entorno más cercano: cartelería en comercios del barrio, buzoneo selectivo, colaboración con asociaciones vecinales y una campaña modesta pero constante en redes sociales geolocalizada. El objetivo es que el evento se perciba como «algo que pasa en mi barrio», generando curiosidad y sentimiento de pertenencia.

Sin embargo, la parte más crítica, y a menudo descuidada, es la logística de la venta. La experiencia de compra debe ser fluida y profesional. Un visitante que quiere comprar una pieza y se encuentra con dudas sobre el pago, la factura o el precio, es un comprador perdido. Preparar este aspecto es tan importante como preparar las obras a exponer. Debéis tener un sistema claro y unificado para todo el colectivo.

Para ello, es fundamental establecer un protocolo de ventas que todos los miembros conozcan y apliquen. Aquí tenéis una guía práctica con los puntos esenciales:

  • Métodos de pago diversificados: No podéis depender solo del efectivo. Habilitad un Bizum profesional (vinculado a la cuenta del colectivo), conseguid un TPV móvil de bajo coste (existen opciones como SumUp o Zettle sin cuotas fijas) y tened siempre una caja con cambio suficiente.
  • Facturación preparada: Tened a mano un talonario de facturas simplificadas con los datos fiscales del colectivo (si es una asociación que factura) o de cada artista (si facturan individualmente). La rapidez en emitir un justificante de compra transmite profesionalidad.
  • Precios claros y consistentes: Todas las obras deben tener etiquetas visibles con el precio final (IVA incluido). Acordad de antemano una política de descuentos (p. ej., 10% por la compra de dos o más piezas) para evitar negociaciones individuales que generen agravios comparativos.
  • Registro centralizado de ventas: Utilizad una simple hoja de cálculo compartida (Google Sheets) accesible desde los móviles para que cada artista anote sus ventas en tiempo real. Esto facilita el recuento final y la aplicación del reparto.
  • Modelo de reparto transparente: Definid por escrito qué porcentaje de cada venta se queda el artista y qué porcentaje va a un fondo común para cubrir los gastos del evento (bebidas, promoción, etc.) y futuros proyectos. Un modelo habitual es 85% para el artista y 15% para el colectivo.

Por qué la «horizontalidad total» suele llevar al bloqueo en la toma de decisiones del colectivo

En el imaginario de los colectivos creativos, la «horizontalidad» es a menudo un ideal incuestionable. La idea de que todos los miembros tienen el mismo poder de decisión y no existen jerarquías parece la encarnación perfecta del espíritu colaborativo. Sin embargo, la experiencia práctica demuestra que la horizontalidad total, entendida como la necesidad de consenso unánime para cada decisión, es una de las vías más rápidas hacia la parálisis y el agotamiento.

El problema no es el principio de igualdad, sino su aplicación rígida. Cuando cada pequeña decisión, desde qué marca de café comprar hasta si participar en una convocatoria, requiere el acuerdo de todos, el proceso se vuelve lento e ineficiente. Los miembros con más tiempo o energía acaban dominando los debates, mientras que otros se desconectan para evitar la fatiga de la discusión interminable. La responsabilidad se diluye: si todos son responsables de todo, al final nadie lo es de nada.

La alternativa no es volver a una jerarquía tradicional, sino adoptar modelos de gobernanza adaptativa. Estos sistemas mantienen el principio de equivalencia (las voces de todos son escuchadas y valoradas), pero distribuyen la responsabilidad y la capacidad de decisión de manera más ágil y estructurada. Una de las herramientas más eficaces en este ámbito es la sociocracia, un método de autogestión que aporta transparencia y eficacia, permitiendo que la inteligencia colectiva fluya sin bloqueos. Su objetivo es alcanzar decisiones que sean «suficientemente buenas para seguir adelante», en lugar de buscar un consenso perfecto que raramente existe.

Una implementación práctica y sencilla de estos principios es el sistema de roles rotativos con mandato definido. En lugar de que «el colectivo» se encargue de todo, se definen áreas de responsabilidad claras y se asignan a miembros específicos por un período determinado.

  • Definir roles específicos: Identificad las funciones clave necesarias para el buen funcionamiento del taller. Por ejemplo: coordinador del espacio (gestión de RRI, limpieza), responsable de comunicación (redes sociales, contacto con prensa), gestor financiero (cobro de cuotas, pago de facturas) y enlace institucional (búsqueda de subvenciones, convocatorias).
  • Establecer períodos de rotación: Los roles deben rotar para que nadie se «apodere» de una función y para que todos los miembros comprendan el trabajo que implica cada área. Se pueden establecer mandatos de 6 meses para roles operativos y 12 meses para los más estratégicos.
  • Crear un manual de traspaso: Cada responsable debe documentar los procesos, contactos y tareas de su rol. Esto asegura que la rotación sea fluida y que el conocimiento no se pierda.
  • Fomentar la autonomía: La persona con un rol asignado tiene autonomía para tomar decisiones operativas dentro de su área, sin necesidad de consultar al pleno constantemente. Solo las decisiones estratégicas que afectan a todo el colectivo requieren un debate grupal.

Compras conjuntas de material y herramientas: ¿cuánto podéis ahorrar al año compartiendo recursos?

Uno de los mayores atractivos de unirse a un colectivo es el potencial de optimización económica. Más allá de dividir el coste del alquiler y los suministros, la verdadera «economía del taller» se manifiesta en la gestión compartida de materiales y herramientas. Individualmente, comprar un taladro de columna, una prensa de grabado o grandes cantidades de lienzo puede ser prohibitivo. En colectivo, no solo es posible, sino que genera un ahorro sustancial y da acceso a un equipamiento de mayor calidad.

El ahorro más evidente proviene de las compras conjuntas de material fungible (lienzos, pigmentos, arcilla, papel, etc.). Los proveedores suelen ofrecer descuentos significativos por volumen. Según la guía de cultura cooperativa de Barcelona, un colectivo puede conseguir un ahorro de entre el 30% y el 40% en compras por volumen. Para un grupo de 5 artistas, esto puede suponer fácilmente un ahorro individual de varios cientos de euros al año, un dinero que puede reinvertirse en otros proyectos o en la mejora del propio taller.

Pero el valor real a largo plazo reside en la creación de una biblioteca de herramientas compartidas. Esto implica poner en común el equipo que cada uno ya posee y planificar la adquisición de nuevas herramientas con el fondo del colectivo. Sin embargo, para que este sistema funcione y no genere conflictos («¿quién rompió la Dremel?»), es imprescindible implementar un sistema de gestión claro.

Un sistema eficaz de biblioteca de herramientas debe incluir los siguientes elementos:

  1. Inventario digital: Cread una hoja de cálculo (en Google Sheets, por ejemplo) con un listado de todas las herramientas. Cada entrada debe incluir: nombre de la herramienta, foto, persona responsable de su mantenimiento, estado actual (funciona, necesita reparación) y su disponibilidad.
  2. Sistema de Check-out/Check-in: Para las herramientas más caras o de uso delicado, implementad un formulario simple donde el usuario anota su nombre y la fecha de retirada y devolución. Esto fomenta la responsabilidad.
  3. Manual de uso simplificado: Cread una pequeña ficha plastificada para cada máquina compleja, con instrucciones básicas de uso, normas de seguridad y la persona de contacto en caso de duda.
  4. Calendario de mantenimiento: Programad revisiones periódicas (cada 3 o 6 meses) para las herramientas clave, con un responsable asignado. Un buen mantenimiento previene averías costosas.
  5. Seguro de herramientas: Es fundamental incluir el equipamiento de valor en la póliza de responsabilidad civil o en un seguro de contenido específico para el taller. El coste es asumible y protege una inversión que es de todos.

Cómo diseñar un sistema de extracción de aire eficiente para disolventes sin obras mayores

La salud en el taller es un aspecto no negociable. El uso de disolventes, resinas, aerosoles o barnices genera Compuestos Orgánicos Volátiles (COV) que, en un espacio cerrado, pueden ser muy perjudiciales. Garantizar una ventilación y extracción adecuadas no es un lujo, sino una obligación para la seguridad de todos los miembros. A menudo, se piensa que esto requiere obras complejas y costosas, pero existen soluciones escalables y eficientes que pueden adaptarse a casi cualquier local sin necesidad de una reforma integral.

El objetivo de un sistema de extracción es doble: renovar el aire general del taller y capturar los contaminantes en su punto de origen. El Instituto Nacional de Seguridad y Salud en el Trabajo (INSST) recomienda un caudal mínimo de 50 m³/h de aire limpio por trabajador para tareas de pintura, pero la clave es la extracción localizada. Es mucho más eficiente aspirar los vapores directamente sobre la mesa de trabajo que intentar limpiar todo el volumen de aire de la sala.

Existen varias soluciones de tipo «hazlo tú mismo» (DIY) con diferentes niveles de inversión y eficacia, cuyos componentes se pueden encontrar en grandes superficies de bricolaje o proveedores industriales:

  • Nivel Básico (200-300€): Esta es la solución más simple para una extracción general. Consiste en instalar un extractor de baño de tipo industrial (con un caudal de unos 250 m³/h) en un hueco de ventana o pared. Se conecta a un tubo flexible de aluminio (de 150 mm de diámetro) que expulsa el aire al exterior a través de una rejilla. Es una mejora sustancial sobre la simple apertura de ventanas.
  • Nivel Intermedio (500-800€): Para una extracción localizada, se puede adaptar una campana extractora de cocina industrial de segunda mano y situarla sobre la «Zona Roja» del taller. Se conecta a un motor extractor más potente (500 m³/h) y a conductos de PVC. Es crucial añadir filtros de carbón activado antes del motor para capturar parte de los COV y alargar la vida del equipo.
  • Nivel Avanzado (1000-1500€): La solución más profesional sin obra mayor es una caja de extracción insonorizada con filtro HEPA. Este sistema permite crear ramificaciones de conductos para tener varios puntos de aspiración en el taller. Se puede complementar con un variador de velocidad para ajustar la potencia y, para una eficiencia máxima, un sensor de COV que active el sistema automáticamente cuando detecte niveles altos de contaminantes.

Antes de instalar cualquier sistema que evacúe aire al exterior, es imprescindible consultar la normativa municipal sobre la altura de las salidas de humos y la distancia a edificios colindantes para evitar problemas con la comunidad de vecinos.

Pintor, escultor o docente: ¿en qué epígrafe darte de alta para deducir correctamente tus gastos de materiales?

Una vez que el colectivo funciona y empiezas a vender tu obra o a impartir talleres, surge la inevitable pregunta: ¿cómo declaro esto a Hacienda? La correcta gestión fiscal individual es tan importante como la del colectivo. Darse de alta en el Impuesto de Actividades Económicas (IAE) es el primer paso, y elegir el epígrafe correcto es crucial para poder deducir los gastos asociados a tu actividad y aplicar el tipo de IVA adecuado.

El error más común es pensar que existe un único epígrafe para «artista». La realidad es que la clasificación de la Agencia Tributaria es específica y un mismo creador puede necesitar darse de alta en varios epígrafes si realiza actividades diversas (pluriactividad). Por ejemplo, un artista que pinta en su estudio, vende sus cuadros y además imparte clases de dibujo, está realizando tres actividades económicas distintas a ojos de Hacienda.

La elección del epígrafe determina qué gastos son considerados fiscalmente deducibles. Si te das de alta como pintor, podrás deducir la compra de lienzos y pigmentos; si lo haces como docente, podrás deducir el material didáctico. Elegir mal el epígrafe puede llevar a que Hacienda rechace tus deducciones. A continuación, se presenta una matriz con los epígrafes más comunes para artistas plásticos en España.

Matriz de epígrafes IAE para artistas en España
Epígrafe IAE Actividad Gastos deducibles Tipo IVA aplicable
861 Pintores, escultores, ceramistas, artesanos… Materiales artísticos, alquiler del taller, herramientas, suministros. 10% (entrega de obras por el propio autor).
Sección 3ª Otras actividades artísticas (e.g., diseño gráfico) Material específico de la actividad, software, equipos informáticos. 21% (general de servicios).
934 Enseñanza no reglada Material didáctico, alquiler del aula, publicidad de los cursos. Exento (si las materias están en un plan de estudios oficial) / 21% (talleres monográficos).
Varios Pluriactividad (alta en varios epígrafes) Todos los gastos asociados a cada actividad específica. Se aplica el tipo de IVA correspondiente a cada factura.

Una duda recurrente es la obligación de darse de alta como autónomo. La norma general es que si la actividad se realiza de forma habitual, personal y directa, el alta en el RETA (Régimen Especial de Trabajadores Autónomos) es obligatoria. Sin embargo, existe jurisprudencia que modula esta obligación para ingresos esporádicos. Como señalan los expertos legales de Sympathy for the Lawyer en su guía sobre facturación:

Es posible que un músico pueda facturar y cobrar sus conciertos sin ser autónomo si no supera el SMI anual

– Sympathy for the Lawyer, Guía para facturar actuaciones artísticas

Aunque este criterio se aplica por analogía a otros artistas, es un terreno gris que conviene consultar con una asesoría especializada, ya que la Seguridad Social puede interpretarlo de forma restrictiva. La opción de facturar a través de una cooperativa de trabajo (como se vio en la primera sección) es a menudo una solución más segura para trabajos intermitentes.

Lo esencial para recordar

  • El marco legal (asociación o cooperativa) no es un trámite, sino la estructura que define vuestra capacidad de generar ingresos y vuestras responsabilidades.
  • Un reglamento interno detallado y basado en protocolos (zonificación, horarios, limpieza) es más efectivo que la buena voluntad para garantizar la convivencia diaria.
  • La responsabilidad colectiva debe ser formalizada: desde un sistema de gobernanza ágil hasta la contratación de un seguro y la implementación de medidas de seguridad.

Qué medidas de prevención de riesgos laborales son obligatorias en un taller de artes plásticas compartido

Llegamos al punto culminante de la responsabilidad colectiva: la Prevención de Riesgos Laborales (PRL). Aunque vuestro colectivo no tenga empleados y seáis todos socios, desde el momento en que compartís un espacio de trabajo, estáis sujetos a una serie de obligaciones legales destinadas a garantizar la seguridad y salud. Ignorarlas no solo es peligroso, sino que puede acarrear graves consecuencias legales en caso de accidente. Este no es un tema a tomar a la ligera; es el pilar que protege la integridad física de todos los miembros.

La PRL en un taller artístico abarca desde el correcto almacenamiento de productos químicos hasta el uso de equipos de protección individual (EPIs) y la formación. La responsabilidad es del colectivo en su conjunto, que debe actuar como el «titular» del centro de trabajo. Esto implica evaluar los riesgos específicos de vuestro espacio y las técnicas que utilizáis, y poner en marcha un plan de prevención. Una de las primeras medidas prácticas es la contratación de un seguro de Responsabilidad Civil que cubra los posibles daños a terceros o entre vosotros. El coste de entre 300€ y 600€ anuales para un colectivo de 5-10 miembros es una inversión mínima para la tranquilidad que proporciona.

La normativa española, supervisada por el INSST, es clara. No es necesario convertirse en expertos, pero sí implementar un conjunto de medidas básicas y de sentido común que deben estar documentadas y ser conocidas por todos. La siguiente lista de verificación os servirá como punto de partida para auditar vuestro propio taller.

Plan de acción: vuestro checklist de Prevención de Riesgos Laborales

  1. EPIs Obligatorios por Técnica: Realizad un inventario de las técnicas usadas y definid los EPIs obligatorios para cada una (ej: soldadura requiere pantalla facial y guantes ignífugos; serigrafía con tintas solventes exige mascarilla con filtro FFP3 y guantes de nitrilo; tornear cerámica en seco necesita mascarilla para polvo y gafas de protección). Tened un stock disponible.
  2. Etiquetado de Productos Químicos: Implementad una regla estricta: todo producto que se trasvase de su envase original a uno más pequeño debe ser etiquetado inmediatamente con el nombre del producto, los pictogramas de peligro y la fecha del trasvase. Las botellas de agua reutilizadas para disolventes son una de las principales causas de accidentes.
  3. Fichas de Datos de Seguridad (FDS): Cread una carpeta (física o digital) accesible para todos que contenga las FDS de todos los productos químicos que se utilizan en el taller. El proveedor está obligado a facilitaros este documento. En él se detallan los riesgos y las medidas de actuación en caso de vertido o contacto.
  4. Formación Inicial Obligatoria: Estableced un protocolo de acogida para nuevos miembros que incluya una formación mínima de 2 horas sobre los riesgos específicos del taller, la ubicación de los extintores, el botiquín y el uso correcto de los EPIs y maquinaria. Documentad que esta formación se ha recibido.
  5. Botiquín y Medios de Emergencia: Revisad mensualmente el botiquín de primeros auxilios para que esté completo. Si se utilizan productos químicos corrosivos o irritantes, la ley obliga a disponer de una ducha de seguridad y/o una fuente lavaojos a menos de 10 metros de la zona de uso.

Asumir la PRL no es burocracia, es cultura de cuidado mutuo. Es la máxima expresión de un colectivo que funciona, donde la seguridad de cada miembro es la responsabilidad de todos. Este compromiso final es lo que verdaderamente consolida la sostenibilidad del proyecto a largo plazo.

Ahora que tenéis el mapa completo, desde la estructura legal hasta la seguridad, el siguiente paso es pasar a la acción. Empezad por el principio: reuníos, debatid vuestros objetivos y comenzad a redactar el pacto de socios que será la piedra angular de vuestro futuro creativo juntos.

Escrito por Elena Garrido, Gestora cultural y museóloga con 18 años de experiencia en la administración pública y fundaciones privadas en España, especializada en desarrollo territorial y captación de fondos europeos. Asesora a ayuntamientos de la "España vaciada" en la creación de proyectos artísticos sostenibles y rentables.