Publicado el noviembre 12, 2024

Contrario a la creencia popular, el arte no es un ‘lenguaje universal’ mágico, sino un sistema de códigos que nuestro cerebro está biológicamente preparado para leer.

  • Proporciones matemáticas y composiciones específicas activan centros de placer en nuestro cerebro de forma predecible.
  • Símbolos arquetípicos, como la figura de la madre o el héroe, resuenan en un inconsciente colectivo que compartimos a través de las culturas.

Recomendación: La clave para una comprensión profunda no es solo ‘sentir’ la obra, sino aprender a decodificar activamente su gramática visual.

¿Alguna vez te has plantado frente a una escultura de hace dos milenios en un museo y has sentido una conexión, una emoción que desafía al tiempo y a la lógica? Es una experiencia común para muchos de los que recorren las salas del Museo del Prado o el Arqueológico Nacional. A menudo, la explicación se simplifica con la idea de que «el arte es un lenguaje universal». Sin embargo, esta afirmación, aunque poética, es imprecisa. Asume que la comunicación artística es un acto pasivo, casi mágico, cuando en realidad es un proceso de decodificación increíblemente sofisticado que ocurre dentro de nuestro cerebro.

La semiótica visual nos enseña que las imágenes, al igual que las palabras, se organizan según una sintaxis y una gramática. No se trata solo de reconocer objetos, sino de entender las relaciones entre formas, colores y espacios. Pero, ¿y si la clave no estuviera únicamente en el conocimiento cultural o histórico que poseemos? ¿Y si parte de esa «universalidad» residiera en nuestra propia biología? La neuroestética, una disciplina que fusiona neurociencia y estética, está comenzando a demostrar que nuestro cerebro está predispuesto a reaccionar ante ciertos patrones visuales, como la simetría, el ritmo y la proporción áurea.

Este artículo se aleja de la visión romántica del arte para adentrarse en sus mecanismos. Exploraremos cómo la estructura de una obra interactúa con nuestras estructuras cognitivas innatas. Desvelaremos por qué una composición asimétrica nos genera tensión, cómo una secuencia de imágenes construye una narrativa silenciosa y de qué manera podemos entrenar nuestra mirada para leer incluso el arte más abstracto. Descubriremos que el arte no es un idioma que se habla, sino un código que se descifra, y que todos poseemos, en parte, la clave para hacerlo.

Para desentrañar este fascinante proceso, hemos estructurado nuestro análisis en varias etapas clave. A continuación, te presentamos un mapa del recorrido que haremos juntos por los fundamentos de la comunicación visual en el arte.

¿Por qué una escultura griega del siglo V a.C. sigue emocionando a un español del siglo XXI?

La persistente fascinación por el arte clásico no es un mero capricho cultural, sino una respuesta profundamente arraigada en nuestra biología. El hecho de que los museos españoles atraigan a millones de personas cada año, como demuestran los 3.121.418 visitantes de los Museos Estatales en 2024, sugiere que estas obras dialogan con nosotros a un nivel fundamental. La clave está en los códigos neuro-estéticos: patrones visuales que nuestro cerebro evolucionó para encontrar placenteros y significativos. Los escultores griegos como Policleto fueron pioneros en identificar y sistematizar estos patrones.

Su famoso «Canon» no era una simple guía de estilo, sino un algoritmo de belleza basado en proporciones matemáticas. Como él mismo afirmaba, la belleza no era arbitraria, sino el resultado de una armonía cuantificable. Según su análisis, esta búsqueda de la proporción ideal marcó el paso de la rigidez arcaica a una representación dinámica e idealizada del cuerpo humano.

La belleza auténtica no era arbitraria, sino el resultado de una armonía cuantificable. Su enfoque marcó una transformación decisiva en la escultura clásica, alejándose de la rigidez arcaica hacia una representación más dinámica, equilibrada e idealizada del cuerpo humano.

– Policleto, en ‘El Canon’, Análisis de Neurotectura

Hoy, la neurociencia confirma esta intuición. Estudios de resonancia magnética funcional (fMRI) demuestran que la percepción de la belleza activa la corteza orbitofrontal medial, un área cerebral asociada al placer y la recompensa. Al observar una escultura como el Doríforo, nuestro cerebro no solo ve una figura humana; está decodificando una serie de relaciones matemáticas que interpreta como armonía, orden y, en última instancia, belleza. Esta reacción es pre-lingüística y transcultural, explicando por qué una obra del siglo V a.C. puede conmovernos hoy con la misma intensidad.

¿Cómo leer los símbolos de una pintura flamenca sin conocer su historia?

Entrar en las salas de pintura flamenca del Museo del Prado, que en 2024 recibió la impresionante cifra de 3.258.328 visitantes, puede resultar abrumador. Cada objeto parece tener un significado oculto: una calavera, una vela apagada, una mosca sobre la fruta. Creemos, erróneamente, que sin un doctorado en historia del arte es imposible descifrarlos. Sin embargo, muchos de estos símbolos operan en dos niveles: el código cultural específico (iconografía cristiana) y el arquetipo universal.

Mientras que el primero requiere conocimiento previo (saber que un lirio representa la pureza de la Virgen), el segundo apela a nuestro inconsciente colectivo. Una calavera no necesita un manual de instrucciones para evocar la muerte y la fugacidad de la vida. Una fruta en su punto álgido de madurez, a punto de pudrirse, nos habla universalmente del ciclo de la vida y el concepto de memento mori. Esta es la base de los arquetipos junguianos: imágenes primordiales que residen en una memoria colectiva compartida por toda la humanidad.

Comparación visual entre elementos simbólicos de la pintura flamenca y española
Escrito por Isabel Santamaría, Isabel Santamaría es historiadora del arte especializada en arte contemporáneo y crítica cultural, doctora por la Universidad Autónoma de Madrid con 12 años de experiencia en investigación, comisariado de exposiciones y docencia universitaria. Actualmente es profesora en el departamento de Historia del Arte de una universidad pública española, donde imparte asignaturas de arte del siglo XX, teoría estética y metodologías de análisis visual, y colabora como crítica en publicaciones especializadas de arte contemporáneo.